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A sus 25 años, el joven intérprete de El Fuerte, Sinaloa, es considerado como uno de los mejores pianistas jóvenes de México. El lugar estaba lleno, y tan pronto subió el intérprete al escenario, su sencillez, su sonrisa, le ganaron la simpatía del público. Lo mejor estaba por llegar.Preludio y Fuga 17 en La bemol mayor BWV 886 CBT II, de Johann Sebastian Bach, dio una muestra de porqué se le entregó a Hermann, en 2012, el Premio a la Mejor Interpretación de una pieza de este maestro alemán dentro del concurso Angélica Morales: la exquisitez, una soberbia técnica y sobre todo, su capacidad para entablar un diálogo con la música y proyectar de forma auténtica las emociones de cada pieza.
Por momentos, parecía que Valdés se embotaba, en un diálogo con algo que estaba más allá de las notas, que entraba en conexión con el genio de la música barroca, uno de sus compositores favoritos, y de quien dijo, no podía comprender cómo fue capaz de producir una obra extremadamente fecunda y, a la vez, ser un progenitor bastante prolijo: Bach tuvo 20 hijos.
En su papel de presentador y traductor para el público extranjero, el maestro Gordon Campbell invitó a Hermann a explicar antes de cada pieza un poco sobre el contexto de las obras y los autores.
Siguió el turno del rebelde, el revolucionario, Ludwig Van Beethoven con Sonata Op.28, ‘pastorale’, una pieza en la que la calma, una sensación de paz espiritual, es acompañada por los juegos y el carácter agresivo de las composiciones de Beethoven que fueron perfectamente plasmados por Valdés para dar la impresión de estar improvisando, uno de los sellos que, dijo, eran otro de los distintivos de uno de los grandes maestros de la música universal.
Tras el intermedio, el concierto se volcó por completo a la música del compositor polaco Frédérik Chopin. Antes de tocar, Hermann Valdés explicó que ejecutaría dos polonesas, piezas de carácter tradicional de Varsovia que Chopin utilizó para poder destacar durante su presencia en los salones franceses, y un nocturno, en el que Chopin logró transformar su frustración de cantante de ópera en una composición basada en los sonidos característicos de ese género.
Polonesa Op.44 en fa sostenido menor, Nocturno Op. 27 núm.2 y Andante Spianato y Grande polonesa brillante, Op.22 (Arreglo para piano) le permitieron crear efectos más espectaculares y vistosos, ya que, de acuerdo a Hermann, las obras fueron escritas para un piano similar al que él estaba utilizando. Una atmósfera de sonidos graves, parsimoniosos, exaltados e intensos predominaron durante las polenesas mientras que con el nocturno Hermann colocó al auditorio en un ambiente reposado.
Al final, el público agradeció de pie y con insistentes aplausos la prodigiosa interpretación de Hermann Vald&ea

Éste artículo fue publicado en Prensa. .

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