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El Teatro Ángela Peralta vibró con un rico programa divido en dos partes. En la primera, el espectacular cuerpo de músicos de la OSSLA, una de las orquestas más prestigiosas del norte de México, ejecutó el “Intermezzo, Op 72, de Richard Strauss y el “Concierto para clarinete y cuerdas” de Aaron Copland.La magnificencia de Strauss, y la contrastante delicadeza y vivacidad del espíritu “americano” de Colpland, cobraron vida a través de la intensa conexión que el maestro Rodríguez entabló con los músicos: exigiendo fuerza, marcando parsimonia en los instrumentos, mostrando absoluta presencia y atención a cada una de las secciones y dando espacio al lucimiento del solista Maciej Bosak en el clarinete durante la pieza de Copland.
Durante el intermedio, en entrevista, el maestro Arturo Rodríguez señaló que, más que un estilo musical, sus composiciones tienen la finalidad de emocionar a la audiencia, y esto quedó plenamente manifestado durante la segunda parte del concierto, en la que se interpretaron tres obras representativas de este multifacético artista regiomontano, ganador de la Medalla Mozart 1996 e invitado frecuentemente a dirigir orquestas alrededor del mundo.
La primera, “Gates of Creation”, demostró la portentosa visión de Rodríguez. Una pieza plagada de fuerza y magnificencia que logró conectar de manera directa a los espectadores que, al final de la ejecución, ofrecieron una emotiva lluvia de aplausos a los artistas.
El maestro Arturo Rodríguez declaró que el tocar con la OSSLA era una oportunidad maravillosa por el alto nivel de los músicos, pero, sobre todo, porque señaló que no es habitual poder incluir en un programa tantas piezas nuevas y de su autoría, algo que, dijo, le permitía realizar una valoración retrospectiva sobre su trabajo.
Posteriormente, “Carlota”, obra escrita como un “pas de deux” para ballet, plasmó la visión irreal de Carlota de Bélgica en sus últimos años de vida. Sumida en la locura y confinada en el Castillo de Miramar, en Italia, quien fuera emperatriz  de México evoca a su amado, Maximiliano de Habsburgo, a  través de una danza; la obra plasmó desde un inicio una atmósfera misteriosa, inquietante y dramática en la que, a través de sus movimiento, el maestro Rodríguez dejó ver la vitalidad de su trabajo como director de orquesta, llena de energía, pasión y gozo.
Por último, “Mosaico Mexicano”, la obra más conocida e interpretada del maestro Rodríguez en México y en el mundo, se desbordó como un fresco construido con notas que hacen remembranza inmediata al carácter brioso, alegre y nostálgico de la patria, a la dulzura y ensoñaci&oacu

Éste artículo fue publicado en Prensa. .

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