Como apertura, el cortometraje “El mundo de Noé”, de la directora china Yun Liang, abrió un pasaje a un mundo hermético, sórdido, confuso y doloroso al exponer el drama de una familia atrapada en el círculo de la violencia.Una joven madre y su hijo viven en una situación de carencia. La pareja de la madre, es un abusador, que, sin embargo, ante los ojos del niño se presenta como una figura encantadora por las pequeñas atenciones que tiene hacia él.
Con una fotografía sobria, que hace énfasis en los objetos pequeños y significativos de cada escena, la directora expone la compleja dinámica de vivir apegado a una única forma de vida: la madre, exhausta de su infierno personal, busca abandonar a su abusador; pero en el intento de sacar a su hijo, el pequeño se asusta y llama al abusador como si éste fuera un guardián y así, él cierra la única puerta que la madre y el hijo tienen para salir.
Tras la impactante y breve presentación, la ópera prima de la directora mexicana Natalia Beristain, “No quiero dormir sola”. Basándose en su propia experiencia de vida, la joven realizadora plasma una historia que gira entorno a la relación de “Amanda” y su abuela “Lola”.
Una joven desorientada, desvalida y solitaria se encuentra con una anciana alcohólica que también padece Alzheimer. De la indiferencia y el resentimiento, la relación gira poco a poco hasta un profundo amor y admiración mutua.
Drama sin dramatismo, sobrio, reflexivo y cargado de hermosas imágenes poéticas que complementa diálogos simples, directos y mundanos; “No quiero dormir sola” hace un balance de la soledad, y paso inevitable de la enfermedad y la muerte sobre el ser humano.
Humor, tristeza y amor son los pilares emocionales de esta cinta que destaca por su capacidad de conmover al espectador, a través de un magnífico trabajo de elementos narrativos esenciales como ritmo, diálogos, fotografía, dirección y actuaciones que le dan a “No quiero dormir sola” una sutil y seductora naturalidad capaz de hacer que el espectador se identifique, valore y medite.