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Como inicio, un emotivo video de la señora Carmina de Rueda, madre del maestro Patrón, puso en claro que, más que un artista distante, la enorme trayectoria de este mazatleco universal proviene de las fibras más simples y elementales, que permiten al ser humano conquistar los más anhelados sueños.Y en buena medida, la noche del viernes 5 de diciembre fue un collar de sueños hilvanados con el monumental sonido de la Orquesta Sinfónica –  Camerata Mazatlán, el Coro Ángela Peralta y el Coro Guillermo Sarabia; la imponente presencia del barítono Carlos Almaguer, la voz sublime de la soprano cubana Eglise Gutiérrez, y, por su puesto la inagotable energía del maestro Enrique Patrón de Rueda.
Bajo el sello de lo portentoso, el primer concierto de celebración del maestro Patrón de Rueda, arrancó con “Ob Nabuco” y “Gli Arredi Festivi Coro” , el drama épico de Giuseppe Verdi estremeció a las presentes advirtiendo que esta sería una noche de emociones intensas con una maquinaria sonora perfectamente afinada en los instrumentos de la Sinfónica – Camerata Mazatlán, y sobre todo, en el mar de voces de los coros Ángela Peralta y  Guillermo Sarabia, dirigidos, por los maestros Antonio González y Martha Félix.
Para enfatizar el carácter poderoso de la ópera, Carlos Almaguer realizó su primera intervención en el aria “Nemico Della patria”, de la ópera Andrea Chénier de Umberto Giordano, un aire quemante, recio e impecable que más adelante alcanzaría su máximo esplendor en otra proeza.
Pero fue la voz de la soprano cubana Eglise Gutiérrez en “Casta Diva”, de la ópera “Norma” de Vincenzo  Bellini, lo que impuso un hechizo verde, luminoso, irrefrenable que sólo al término de su intervención culminó con el aplauso y los bravos del público.
Tras “Les vêpres siciliennes” de Giuseppe Verdi, llegó el turno de la “Escena del III acto” de la ópera “Rigoletto”, de Verdi, en donde Almaguer y Gutiérrez pusieron de relieve su clase mundial bajo la batuta del maestro Patrón de Rueda.
Después del intermedio, el talento de los miembros de la Orquesta quedó representado en el solo de violín de la “Meditación de Thais”, de Jules Massenet, a cargo de la maestra Nina Farvarschuk, en un momento de ligereza sublime y etérea.
De nueva cuenta, el poema llamado Eglise Gutiérrez se mostró en escena cantando “Depuis le jour”, de la ópera  “Louise” de Gustave Charpentier, en donde estremeció con ternura, sensualidad y cali

Éste artículo fue publicado en Prensa. .

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