En primer lugar, la obra “Sparring sky”, creada por Virginia García y Damián Muñoz, miembros de la compañía española La Intrusa Danza, expuso de forma emotiva y enérgica la necesidad de todo ser humano de permanecer en contacto consigo mismo y con otros para trascender sus límites.En una intensa, dinámica y rica interpretación, Aura Patrón, Claudia Lavista, Roselí Arias, Omar Carrum, Agustín Martínez, Jhonny Millán, Renato González y Daniel Marín ofrecieron una pieza en desarrollo constante, con intervenciones en solitario, dúos y conjunto en donde se hizo evidente el tremendo esfuerzo físico que estos bailarines despliegan día a día en cada ensayo.
De la armonía a la confrontación, del desafío a la derrota, del aislamiento a la pertenencia, de la caída a la libertad, “Sparring sky” mostró la plasticidad física, fuerza, velocidad y sincronía que los bailarines han desarrollado para mostrar las distintas etapas emocionales y discursivas de la obra y así desembocar en una idea clara: hay que vivir rompiendo los propios límites, y para eso, es vital contar con alguien que sea capaz de alentar, el límite es el cielo.
La música de compositores como Alva Soto, Olafur Arnalds, Enric Montefusco, Vivaldi y Robert Hanke, entre otros, “Sparring sky” mostró la amplitud de ideas que los artistas de Delfos pueden retomar para explotar las propias y así crear ambientaciones, espacios y situaciones únicas que quedaron reforzadas especialmente por la iluminación.
El palacio de “La vanidad”
Tras el intermedio, el público regresó a sus asientos para ser recibidos por un láser verde que anunciaba el siguiente número “La vanidad” una coreografía de Víctor Manuel Ruiz. A través de un video que mostraba a niñas compitiendo en concursos de belleza, quedó claro que el tema en escena sería el de la deformación del cuerpo, la mente y el espíritu en pos de la “belleza”.
Sin embargo, la demoledora escenografía creada por Fernando Feres, erizó los sentidos con los trozos de torsos, espejos plásticos y luces para mostrar cómo un cuerpo se extravía y retuerce entre esos modelos de plástico buscando su propia identidad.
Lo siguiente sería simplemente excesivo, el nítido exceso de algunos de los aspectos más sórdidos del mundo moderno: el violento y frívolo mundo de la moda, el narcotizante mar de la televisión, la carnicería de los quirófanos, el mar del placer, y el dolor, de las drogas.