Con sus padres y maestros de la Escuela Municipal de Ballet Clásico del Instituto de Cultura de Mazatlán, viajaron a La Habana para el Encuentro Internacional de Academias de Ballet y de paso fueron testigos de la visita a las isla del Presidente norteamericano Barack Obama y de sus “Satánicas majestades”, los Rolling Stones.¿Qué recuerdo será el más importante, el más preciado en la galería de la memoria de estas niñas cuando el tiempo pase?
Seguramente, cuando piensen en sus 9 u 11 años, verán un salón con más de 60 estudiantes mexicanos, venezolanos, colombianos y norteamericanos entusiasmados al oír el ritmo del acento cubano en sus clases de repertorio, puntas y carácter que les permitieron entender que la excelencia en el ballet nace siempre de una disciplina a prueba de todo.
Tal vez recordarán el barullo del Centro Histórico de La Habana con cientos de turistas merodeando el Palacio de la Revolución, tratando de atisbar las figuras de Barack Obama y Raúl Castro al negociar las condiciones de un acuerdo político que prácticamente nació de la intervención, casi divina, del Papa Francisco I.
O acaso, siendo adultas o abuelas, serán asaltadas por la abrumadora sensación de haber formado parte de un monstruo de más de un millón de cabezas que miraba cómo Mick Jagger, Keith Richards, Ronnie Wood y Charlie Watts, tocaban “Satisfaction” desatando gritos, lágrimas y risas en los ojos de Leonardo Dicaprio, Naomi Campbell, Richard Gere y miles de rostros anónimos.
De momento, Mónica Roxana Saucedo está contenta por el cúmulo de experiencias de su primer viaje a Cuba. Para esta jovencita el viaje le permitió observar y trabajar la depurada técnica del ballet cubano; tomarse una foto con “el baterista” de los Stones, conocer las pintorescas calles de la Vieja Habana, pero lo más impresionante fue algo simple, más humano, que conmueve y vibra en sus palabras.
“Fue muy impresionante conocer las condiciones en la que se encuentran los cubanos… la escasez. Las niñas que fueron en años anteriores llevaron dulces para las niñas de Cuba; allá no hay internet, el agua se cuida mucho, están muy limitados. No sé cómo pueden estar acostumbrados a vivir en esas condiciones. Los cubanos como que no tienen permitido hablar con los turistas o acercárseles. Me inspira… como tristeza, porque no pueden hacer muchas cosas y como que, en sí, no son libres”.
El futuro es misterio y, quién sabe, tal vez algún día ellas regresarán a la isla en la que alguna vez vivieron la Semana Santa ba