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Este evento, organizado por el músico Julio Recinos, Proyecto Centro Histórico, el Instituto de Cultura de Mazatlán y el Patronato del Festival de Jazz se convirtió en un gran encuentro social y artístico, en donde la entrada a esta excepcional sesión de jazz se fusionó con el placer culinario con una soberbia cena organizada por los chefs del colectivo COSINAR Diego Becerra, Mariana Gómez Rubio, Mariano Maganda, Nacho y Luis Osuna, Héctor Peniche y Julián Portugal.  El dinero recaudado busca preservar e impulsar el desarrollo del Centro Histórico de Mazatlán.La gran fiesta del jazz inició formalmente cuando el vocalista Julio Recinos lanzó los primeros versos de “Quizás, quizás, quizás” y entonces, las congas y timbales, el sax y la trompeta, el cencerro, el bajo eléctrico y el órgano agitaron el viento, las palmeras, los pies, caderas y cabezas para hacer de esta noche de abril, la noche del jazz.
Fiel a su estilo, La Falsa Orquesta Cubana Sazón ofreció un vaivén de ritmos con temas como “La chita”, “Lágrimas negras”, “Son de la loma” y “El cuarto de tula” lo festivo y lo nostálgico prendieran el ambiente y congregaran a cientos de porteños en los restaurantes y las calles que convergen hacia la Plazuela Machado para dejar la mesa puesta a los protagonistas de la noche.
Con sus raíces en Cuba y su presente en Nueva York, Ariacne Trujillo llegó al puerto y desde el escenario a los pies de los emblemáticos portales de Cannobio saludó a los patasalas y pidió un aplauso para sus músicos: los extraordinarios percusionistas Roberto y Tato Vizcaíno, padre e hijo (una prueba de cómo la sangre, el talento y la disciplina de toda una institución de latín jazz ha pasado de una generación a otra), el bajista Julio Soto y el saxofonista mazatleco Guillermo Morales.
Con tan sólo dos ensayos, la voz de Ariacne y su infatigable precisión al piano crearon una bella y contagiosa alianza que entre tumbaos, agresivas y veloces intervenciones en las congas y timbales, precisas y juguetonas improvisaciones en el bajo y el sax,  hicieron que los asistentes a las cenas se animaran y dejaran sus timidez; y que desde las calles la gente comenzara a filtrarse entre las vallas para “colarse al evento” y armar una verdadera fiesta.
Así, el canto, los fraseos y el scat de Ariacne dieron nueva vida a temas como “Llegó el changüí”, un homenaje a la cantante “La lupe” y el bolero “Obsesión”, en donde su voz transitó de son cubano, a la trova  y blues mientras sus músicos creaban un auténtico trance sonoro que pintó escenas memorables como la de una pareja bailando, allá, a lo lejos, entre unas pulmonías en la Calle Heriberto Frías: una postal de Cuba, en el corazón de Mazatlán.
 
 

Éste artículo fue publicado en Prensa. .

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