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Bajo la dirección de la maestra Claudia Lavista, esta coproducción de Delfos con el Instituto de Cultura de Mazatlán y la Secretaría de Cultura articuló danza, literatura, música, arquitectura y performance en una serie de escenas inspiradas en la obra pictórica de Edward Hopper.Pero antes de ingresar a cada habitación, el espectáculo inició con la mera contemplación de la imponente Casa Herrasti, un edificio decimonónico que envuelto en la música de Erik Satie susurraba un bosque de misterios. Después se crearon cuatro grupos encabezados por un guía y entre deliciosas degustaciones el público contempló a una serie de inquietantes personajes (alumnos de la Escuela Profesional de Danza de Mazatlán), apariciones casi, que anunciaban lo que estaba por suceder en cada cuarto.
En “La carta”, Karla Núñez y Yesid Castellanos tejieron el primer cuadro viviente: una mujer que prepara un sensual y solitario ritual ante la carta de su amado: erotismo, violencia y locura en una habitación golpeada por el viento, una bañera perfumada de pétalos y luego el silencio.
Entre el juego de luces creado por el maestro Víctor Manuel Ruiz y los versos que la poeta Ana Belén López creó exclusivamente para este evento, el público se trasladaba de un universe al otro, y la siguiente estación sería “Espejos”.
En esta atmósfera enrarecida, un caballo con vestido negro (Daniel Marín) aguardaba en un círculo de hojas. Al fondo, en la habitación encendida de veladoras, tres hermosas mujeres (Aura Patrón, Xitlali Piña, Roselí Arias) sometidas por el miedo y el deseo iniciaban un perturbadora ceremonia que hizo que más de un espectador soltara un tenue “Dios mío” al dejar la habitación.
Ya en la planta alta Surasí Lavalle esperaba en una silla, con sus muslos desnudos, el arribo del público a su “Sequía”: un cuarto lleno de arena, ella avistando el mar, o la ausencia, para terminar una desolación absoluta.
Por último una jaula echa de redes, ventiladores, luces metálicas y dos cuerpos sosteniendo una danza entre el vértigo y el exterminio fue lo que brindaron Renato González y Johnny Millán en “Naufragio”.
Antes de abandonar la Casa Herrasti el público escuchó la voz de Elisa Carrum Lavista que entre la belleza, la nostalgia y el misterio convocó a todos los espectros de los “Cuatro Cuartos” que desde el imponente balcón despidieron al público tras su hechizo.
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Éste artículo fue publicado en Prensa. .

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