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El Carnaval definió mi vocación: dedicarme al turismo y a promover a Mazatlán y hoy,  a eso me dedico,  a la promoción de Mazatlán como destino turístico y como ciudad modelo para vivir en ella, afirma. Gracias a su reinado Celia Jáuregui se convirtió en embajadora de Mazatlán en eventos nacionales, después trabajó en la organización de dos carnavales, ha participado como jurado en elecciones de reinas y todo comenzó con una decisión que ella no tomó.
“Esta es una experiencia que le debo a mi madre. Me enteré por los periódicos que yo era la primera candidata inscrita y cuando me di cuenta mi mamá me dijo: ‘Lo siento, ya estás inscrita, ahora tienes que asumir la responsabilidad’; le dije ‘esa responsabilidad es tuya’… y 25 años después sigo agradeciéndoselo”.
Celia Jáuregui entró de lleno a la embriagante dinámica carnavalera; un ambiente pasional en donde los mitotes, la algarabía y las emociones estremecen y la potencia de este torrente llegó al máximo en la contienda por las coronas, porque en los años 90 aspirar a ser reina  era eso: una auténtica contienda.
“Las candidatas hacíamos una campaña individual intensa. Teníamos un eslogan, tratábamos de socializar mucho, cada quién se hacía responsable de su promoción, además de la que te daba CODETUR (hoy Instituto de Cultura de Mazatlán). Las candidatas nos preparábamos para  de las mejores; ser candidata  era un compromiso individual muy intenso.”
Celia recuerda que el resultado de esta campaña fue un Carnaval al rojo vivo que celebró una Elección de Reinas memorable.
“Fue una decisión hasta el último momento bien intensa para todos los que participábamos en esa elección en la Plaza de Toros. Fue cardiaca… emocionante”, recuerda Celia con una gran sonrisa.
Como Reina de los Juegos Florales  del Carnaval de Mazatlán 1993, Celia  vivió uno de los cambios más significativos de esta tradición: la exaltación del arte y la cultura, sello de las fiestas carnestolendas en la Perla del Pacífico. 
“Se llamaba ‘El Carnaval Mitológico”, un carnaval muy, muy bonito, con una dinámica muy interesante y fue uno de los primeros carnavales en donde se conjugó el aspecto de la vida cultural de Mazatlán, que es lo que nos distingue, con la pachanga, fue un parteaguas”.

Éste artículo fue publicado en Prensa. .

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