La inauguración del 38 Festival Internacional de Danza – el domingo 27 de abril en el Teatro Ángela Peralta- se convirtió en una noche para celebrar el talento local que conquista el mundo y vuelve a casa, pues significó el regreso a su alma mater, de talentosos egresados de la Escuela Profesional de Danza de Mazatlán.
Los bailarines, que hoy triunfan en otras ciudades, volvieron a pisar el escenario que los vio crecer, regalando al público una muestra de su arte y reafirmando el semillero de talento que es la EPDM.
Las compañías El Cacerolazo Danza (Lucía y Talya Sato), y Paquidermo Danza (Guillermo Magallón), egresados de la EPDM, regalaron una emocionante velada e inspiraron a las nuevas generaciones de bailarines. Ellos compartieron escenario con la compañía Máscara de Agua. Presentaron tres coreografías seleccionadas en la Tercera Muestra “Talento Sinaloa 2025”.
La compañía sinaloense El Cacerolazo Danza, originaria de Culiacán, tuvo el honor de abrir el Festival Internacional de Danza José Limón este domingo 27 de abril a las 7:00 pm en el emblemático Teatro Ángela Peralta.
Fundada en 2010, la compañía, liderada por las gemelas Talya y Lucía Sato, ofreció al público un fragmento de su impactante obra “Segundo aire en la muerte del arte”, coreografía de Lucía Sato.
A pesar de residir en diferentes ciudades – Lucía en Guadalajara y Talya en Culiacán – las hermanas demostraron una conexión artística innegable sobre el escenario. Su pieza exploró la pérdida de la esencia del arte en la actualidad, la presión de la perfección y el efímero regalo que cada presentación representa para el espectador.
Con una trayectoria que incluye participaciones en festivales de renombre, El Cacerolazo Danza reafirmó su compromiso con la danza contemporánea. Su presentación en la apertura del 38 Festival José Limón fue un testimonio de la resiliencia y la vitalidad del arte, en el contexto actual.
Las hermanas Sato, formadas en la Escuela Profesional de Danza de Mazatlán y el Conservatorio María de Ávila en España, además de colaborar con el reconocido Héctor Hernández, mostraron su versatilidad y pasión por la danza, dejando una huella imborrable en el inicio de este importante festival.
La compañía de danza contemporánea Máscara de Agua en esta ocasión representada por Ericka Benítez y Jenifer González presentó la obra Petit Mort.
La pieza, concebida como un juego entre dos perros callejeros, exploró con sensibilidad las emociones primarias que los animales no comprenden del todo: la soledad, el miedo y la frustración, contrastándolas con la inherente inocencia y el espíritu lúdico.
A través de una danza evocadora, los intérpretes tejieron un tapiz de estas complejas sensaciones.
Máscara de Agua es una compañía con integrantes provenientes de diversos puntos de México y Costa Rica. El director de la compañía es Mauricio Cruz, originario de Costa Rica y residente en la Ciudad de México, al igual que los otros integrantes.
La jornada inaugural del festival arropó la participación del bailarín originario de Mazatlán y residente en la Ciudad de México, Guillermo Magallón, fundador de Paquidermo Danza.
El egresado de la Escuela Profesional de Danza de Mazatlán (EPDM), generación 11, engalanó la noche de apertura del Festival Internacional de Danza José Limón con su unipersonal “Danza Arte Vital”.
“Danza Arte Vital”, proyecto que cumplió cuatro años en enero y que fue apoyado por el programa ENARTES del Fonca, se articula en torno a cinco conceptos clave: el cut up (una suerte de corte y pega coreográfico), la no narrativa, la apropiación, el body art y un quinto elemento.
A través de su lenguaje corporal Magallón invitó al público a construir sus propias interpretaciones a partir de sus vivencias personales. Al concluir su actuación el artista explicó que las reacciones del público han sido diversas, vislumbrando desde animales en transformación hasta fetos o seres alienígenas.
Al ser cuestionado sobre su elección por la danza como medio de expresión, Guillermo Magallón, quien reside en la Ciudad de México desde hace doce años tras su paso por el Ceprodac y diversas experiencias profesionales, señaló que encontró en el movimiento un lenguaje que le permite desenvolverse plenamente y canalizar sus emociones. A pesar de no provenir de una familia de artistas, su pasión encontró en la danza su cauce natural, aunque confiesa que de no haber sido bailarín, quizás se habría dedicado a la música o la escultura.
Su formación inicial en la EPDM marcó un punto de inflexión en su vida, consolidando su vocación dancística. Para Guillermo Magallón, regresar a bailar en su ciudad natal representó una conexión profunda con sus raíces.