Durante su histórica actuación 130 músicos de la OFUNAM bajo la batuta de Jan Latham –Koenig, ocuparon de lado a lado el escenario del Teatro Ángela Peralta para brindar a la ciudad dos conciertos de primer mundo.Durante dos horas el público vivió la gozosa experiencia de viajar a través de la música.
El programa empezó con Danzón no. 2 de Arturo Márquez (1950). La pieza que cubrió de fama a su autor es sotisficada y al mismo una sabrosa estilización de la esencia del danzón.
La propuesta musical fue bien recibida por el público identificado con el danzón, expresión artística muy arraigada y difundida entre las parejas que practican el baile de salón en América Latina.
El concierto continuó con Melodía para violín y orquesta y la sobresaliente actuación del violinista Sebastián Kwapisz quien tocó con virtuosismo la obra de Gustavo E. Campa (1863-1934).
La pieza de inconfundible inspiración romántica creó la atmósfera propicia para la armonía entre la discreta música cortesana y el universo de la música mexicana de salón de fines de siglo XIX y principios del siglo XX.
En esta pieza a pesar del virtuosismo del solista sobresale el acompañamiento delicado y transparente de la orquesta.
Considerada una de las mejores orquestas de México la OFUNAM tocó también el Concierto de Aranjuez compuesto por Joaquín Rodrigo (1901-1999).
Brilló en esta parte del concierto el solista Pablo Garibay, quien estuvo a la altura de la pieza famosa por lograr el balance perfecto entre la guitarra del solista y el sonido de la orquesta.
Con esta obra su autor logró “la más española de las músicas españolas” cuya pintura tonal es de rara belleza y equilibrio.
Después del intermedio la Filarmónica de la UNAM hizo gala de virtuosismo y regaló la obra más esperada de la noche la Sinfonía no. 9 en mi menor, op. 95, Del Nuevo Mundo de Antonín Dvoráñ (1841-1904).
El público disfrut&