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“Cuando Rigo iba en la ambulancia iba dando órdenes de lo que quería, lo que no quería, de sus cosas, y, desgraciadamente yo iba llegando a Los Ángeles cuando me dan la noticia. Me regresé inmediatamente cuando me habló uno de mis sobrinos y me dice ‘Necesito que estés aquí, creíamos que era una cosa más leve, pero no, es grave, y necesito que estés aquí para tomar decisiones, y aquí estoy…”.Sentada en un sillón, doña Ana se encuentra rodeada de pinturas, esculturas, libros, por el piano en donde Rigo tocó por última ocasión, el 24 de diciembre de 2013, algunas de sus canciones favoritas, el vals Alejandra de Enrique Mora y Alma mía de María Grever. Esta es la atmósfera que alimentó la imaginación del creador de los carros alegóricos más emblemáticos de los domingo y martes de Carnaval; formas, colores, texturas que despertaron una multitud de emociones en varias generaciones de patasaladas, y también, de cientos de periodistas, escritores y artistas que incluyen a Juan José Arreola, Raúl Velazco y Sonia Furio, ellos buscaban a Rigo en su taller para saber sus secretos y llenarse con sus anécdotas y frenar, por un momento, su febril ritmo de trabajo.
De golpe, Ana está en sus zapatos, lidiando con el peso de su legado. Reconoce que de ninguna manera será lo mismo; el tiempo, la experiencia, la vida misma que era para Rigoberto Lewis el Carnaval no contarán con su visión perfeccionista, con sus arranques y ocurrencias, con el conocimiento depurado en los procesos más decisivos del trabajo, el colorido y pintura, pero el apoyo de toda una familia le permite avanzar en la creación de las carrozas de la Reina del Carnaval y la Reina Infantil, una labor que le ha llegado a lo más profundo del alma.
“Yo antes me dedicaba a compras, a conseguirle los materiales, me iba a Estados Unidos o a Guadalajara, pero nunca me imaginé que me tocara esto a mí. Tal vez me ha servido… como…sanación. Todavía, me duele. Y bastante. Pero voy a tratar de cumplir todos sus deseos. Yo sé que es duro, pero gracias a Dios tengo un equipo, el que siempre tenía Rigo, que le echa muchas ganas, es una familia, desde las esposas, las hijas y los señores”, dice doña Ana con una voz que por momentos se adelgaza, se quiebra y vuelve a tomar aliento para empezar, pues, asegura, el trabajo ha sido lo que no las ha dejado caer.
Las dos carrozas que contarán con los diseños originales de Rigo, son sólo algunos bocetos de un trabajo prolijo, obsesivo, que llevaba al artista a garabatear líneas y figuras en todo momento, y que asegura Ana, encontró a raudales en la casa de su hermano ubicada en la calle 21 de marzo.
 Papel maché, telas, alambrón, yeso, madera y pintura fueron y serán los materiales del legado efímero, y a la vez inmortal, del hombre que celebr

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