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El evento arrancó con la presentación de las embajadoras de la belleza que llegaron a Mazatlán para enfatizar la proyección internacional que el Carnaval porteño adquiere año con año. Reinas de belleza de Honduras, Guatemala, Ecuador, Costa Rica, Estados Unidos, de otros Estados de la República Mexicana y de otras regiones de Sinaloa, desfilaron ante la concurrencia para después colocarse a los costados del escenario.Se impuso un silencio y la oscuridad, después la energía primigenia de Amazonia llegó para instalar en sus colores y el ritmo vital y primitivo de las percusiones uno de los rostros más exóticos de una nación cuyo nombre  es sinónimo de fiesta: Brasil.
En Viaje mágico un chamán, ancestral hombre de sabiduría, el público se adentró en un trance de colores, danzas, vistosas coreografías y proyecciones visuales que se intensificó en El llamado de la Selva en donde se expuso la diversidad casi sobrenatural de este ecosistema  bajo la dirección artística de Horacio Lecona y el talento artístico de la Compañía de Ballet del Instituto de Cultura, la Escuela Profesional de Danza, el Ballet Folclórico de Instituto de Cultura y un numeroso grupo de bailarines invitados.
Por un momento, los ritmos primigenios de la nación carioca pararon. Era el momento de dejar que la historia tomara su lugar en la noche. Tres reinas celebraron 50 y 25 años de haber sido las máximas embajadoras de la celebración más arraigada en Mazatlán.
Lupita Osuna, Reina del Carnaval y Lorena de Rueda Alatorre, Reina de Los Juegos Florales de 1964; María del Rosario Simancas Espinoza, Reina del Carnaval y Elba María Alcalá Conde, Reina Infantil de 1989, ellas encabezaron un desfile de reinas que incluyó a  Lidia Rojas, Karla Álvarez,  Lucia Aikens, Rocío Osuna, Estrella Palacios, Alma Loaiza, Abris Tiznado, Lizzy Bernal, Celia Jáuregui, Leticia Arellano, Libia Farriols, Katia Hahn, Laila Rodríguez y María Teresa Osuna, quienes estuvieron allí para honrar a un ícono del Carnaval.
Rigoberto Lewis, un legado vivo
En el centro del escenario apareció el rostro del hombre cuya vida era el Carnaval mismo. Su trabajo en las alegorías rodantes es en sí, el estilo que identifica a Mazatlán a nivel mundial, una imaginación desbordada que no conocía límites, el hombre que en sus cumpleaños no sabía de Mañanitas, para él sólo contaban Papaquis y que hasta el último suspiro estuvo ligado a la fiesta: Rigoberto Lewis.
La noche carnavalera se conmovió en lo m&a

Éste artículo fue publicado en Prensa. .

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