Para ofrecer un marco referencial sobre este premiado largometraje del director nipón Hirokazu Kore-eda, el maestro Marco Antonio Lugo, director del cinematógrafo del Centro Municipal de Artes de Mazatlán, señaló que la película es un trabajo excepcional que representa a la más actual ola de directores asiáticos que están conquistando todos los circuitos de cine internacional.Lugo señaló que, junto al filme que se mostró el lunes, Vivir, de Akira Kurosawa, las películas del ciclo “Japón: Ayer y hoy” buscan ofrecer un amplio panorama de la cultura japonesa a partir de dos visiones: la clásica, representada por Kurosawa, y la contemporánea, la del Japón actual, expuesto en los trabajos de Kore-eda, Caminando y De tal padre, tal hijo, filme que se exhibe el día de hoy a las 19:00 horas, en Casa Haas.
Caminando narra la historia de una familia que se reúne en el hogar paterno para conmemorar el 15 aniversario luctuoso del hermano mayor, Junpei. Ryota Yokoyama, el hermano menor, llega junto a su familia, su esposa Yukari y su hijo Atsushi, pero desde un inicio se muestra molesto con la idea de pasar un día en casa de sus padres, sobre todo, por el rechazo hacia varios aspectos de su vida.
En casa, las delicias de la cocina japonesa, un elemento que seduce al espectador de principio a fin, son preparadas con esmero por la anciana madre, Toshiko. Entre plato y plato, ella revela el desprecio que siente hacia la decisión de Ryota por haberse casado con una viuda. Por su parte, Kyohei, el anciano padre que acaba de dejar de ejercer su oficio de médico, no aprueba la carrera que su hijo eligió para ganarse la vida: ser un pintor y restaurador de cuadros.
Al llegar a casa, Ryota y su familia son recibidos por su hermana Chinami y la familia de ésta, su esposo Nobuo y sus hijos Mutsuo y Satsuki. En medio de una gran comida, el desprecio del padre hacia su hijo se hace evidente por su reticencia a acompañarlos a comer, y por si fuera poco, la insistencia de la madre en alabar y recordar afanosamente al hijo fallecido, olvidándose de los esmeros y atenciones de Chinami y Ryota hacia ellos, van aumentando el dolor de los hijos.
De esta manera, entre caminatas al panteón, pláticas sobre los viejos tiempos y dolorosas revelaciones de cada miembro de la familia, que incluyen una infidelidad del padre, el odio de la madre hacia su hijo Yoshio, a quien culpa de la muerte de Junpei y las silenciosas confesiones del pequeño Atsushi, quien se siente fuera de lugar y evoca a su fallecido padre, Hirokazu Kore-eda compone un lienzo de imágenes reposadas, tomas amplias, diálogos sencillos y sobrios paisajes de la vida cotidiana japonesa que le permiten alcanzar un lenguaje universal y empatar con el espectador a partir de un tema fundamental para todo ser humano: