Ella está entre la oscuridad de las butacas vacías del Teatro Ángela Peralta. A su lado, un círculo de luz ilumina a Víctor Manuel Ruiz, uno de los fundadores y director artístico de Delfos Danza Contemporánea, una de las compañías más importantes de esta disciplina en toda América.Me acerco silenciosamente, mientras ella tarea de forma casi inaudible y en voz baja me identifico y le solicito una entrevista. “No puedo oírte”, dice, y después le comenta a Víctor, “Me está molestando”, él le indica que es sólo para una entrevista. “Estaba bien, pero ya que termine el ensayo”.
Sarah Stackhouse se pone de pie, luce ligeramente encorvada, pero al subir al escenario a dar algunas indicaciones, revela su espigada estatura y una energía que, a sus 78 años, hace que cualquier treintañero se sienta avergonzado.
Se desplaza ágil, sigue cada movimiento de los bailarines, las entradas, los desplazamientos, su soltura revela una memoria muscular prodigiosa, caudal que comenzó a alimentar desde pequeña en Michigan, en el Medio Oeste de los Estados Unidos con sus zapatos de Tap y algunas clases de ballet que no respondieron a su naturaleza.
“No me gustó el ballet, creí que era demasiado estable, ahora que soy vieja, me veo de niña y me doy cuenta de que era hiperactiva, necesitaba moverme por todos lados y todavía lo hago, era … TA, TDH, no recuerdo cómo lo abrevian, Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, así le llaman, pero eso fue mucho antes de que usaran esas etiquetas; mis padres no sabían que sucedía conmigo, era salvaje, algo que para mí estaba bien, pero no para mis padres…” y ríe a carcajadas que resuenan en el vestíbulo del Teatro Ángela Peralta.
Ahora, al escucharla, entiendo claramente porqué “la estaba molestando”. Estaba en su zona. Un territorio en donde con tronido de dedos y golpeteos de cadera, con su tarareo, traza ritmos, en donde bailarines, escenario y luces se convierten un campo abierto, pradera, fuente de vida que encontró en su máxima expresión junto a su maestro, José Limón, cuando años después, en 1959, se fue a Nueva York.
“Yo habría hecho cualquier cosa que él me pidiera, si me hubiera dicho que brincara con la cabeza lo hubiera hecho, en la forma en la que él nos enseñaba, en realidad estaba trabajando sobre el material que iba a presentar en ese año, y siempre trabajaba sobre motivos, (una idea básica), y variaciones, (construir formas sobre esa base), él hacía todo eso en clase una y otra y otra vez, así que en verdad estábamos aprendiendo cómo hacer el movimiento y cómo hacer la composición al mismo tiempo, si la gente s&oac