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Puesto en marcha por el Gobierno Municipal y  el Instituto de Cultura de Mazatlán, este proyecto de convivencia social de acceso gratuito  para el público,  pretende  conservar la Av. del Mar como zona familiar y  brindar seguridad   y diversión a miles de turistas y locales  a través de cuatro escenarios y decenas de bandas.En la primera noche del Bandódromo  mucha gente  bailó  desde las ocho de la noche hasta casi las cuatro de la madrugada,  pero también sonó la banda junto al mar para gozo de quienes contrataron sus servicios.
El ambiente y las dimensiones de la nueva  pista de baile para vacacionistas de Semana Santa, propició que las familias disfrutaran tranquilas del calor nocturno y hasta hubo quienes pasearon a personas de la tercera edad en sillas de ruedas,  caminaron con niños en brazos,  rentaron bicicletas y jugaron “ la  traes”.
En Olas Altas y Sixto Osuna la banda Notas Latinas dejaba escapar la picardía de Capullo y Sorullo para que algunos jóvenes acompañados de bellas y remilgosas damitas bailaran junto a sus hieleras mientras un gringo con ritmo pésimo daba cátedra de actitud a los mexicanos al despejar la pista y mostrar sus pasos.
Cuesta  arriba, rumbo a la Avenida Zaragoza, el otro extremo del Bandódromo, nuevos rostros y sonidos  armaron un mosaico más amplio de este primer ensayo de una propuesta que busca concentrar a la máxima música sinaloense en un punto, y así despejar la Zona Dorada y la Av. del Mar,  espacio tradicional en el que año con año se festejaba la Semana Santa.
Jesús Cervera, un guanajuatense, está tumbado junto a cinco amigos escuchando a una banda matona, así se califican ellos.  Tocan Caminos de Guanajuato, de otro guanajuatense, José Alfredo Jiménez, quien dice que “No vale nada la vida”, y al mismo tiempo, en El Corrido de Mazatlán, el himno postizo del puerto, afirma que “Aquí la vida se pasa sin llorar”.
Sobre los restaurantes de Olas Altas,  luces amarillas,  bebidas y   guisos  hablan de bonanza y bienestar, de alegría y confort; mientras que justo enfrente, recargados sobre el malecón del lugar más tradicional del puerto, Simón López y Abel Ramos de la Banda Aires de Oaxaca, pretenden conseguir un permiso para tocar en el Bandodrómo.
Y mientras un niño patea unas hojas que riega a su paso con las manos, la Banda Medalla, con permiso, uniforme y nombre, hace chasquear las tarolas para que la tuba y los clarinetes compitan con la marea que chasquea su lengua gigante en las pálidas piedras verdes del centenario co

Éste artículo fue publicado en Prensa. .

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