Volver arriba

En 2007, Vladimir Rodríguez, bailarín y coreógrafo colombiano, llegó a Mazatlán para crear una pieza para la Escuela Profesional de Danza  de Mazatlán, Húmeda. Omar Carrum, miembro fundador de la Compañía Delfos Danza Contemporánea, interesado en las innovadoras propuesta de este artista, comenzó a cuestionarse sobre la posibilidad de crear algo en común.“Vladimir llegó a trabajar con la escuela nuevamente y eso lo utilizamos como pretexto para iniciar una pequeña colaboración en donde nos pusimos a investigar en un salón, nos pusimos a improvisar sobre las preguntas que tenía él, sobre las preguntas que tenía yo, las pusimos en la mesa como un laboratorio de experimentación y así fue como inició Escrito Absurdo, en un laboratorio de movimiento cargado de una inquietud en común que tenemos sobre la improvisación, sobre los estados del cuerpo, sobre la escritura del movimiento y la transformación del intérprete”.
Después de ese encuentro, ocurrido en el año 2011, Escrito Absurdo continuó su evolución hasta alcanzar su forma básica en su estreno en 2012, en una serie de presentaciones en la Red de Festivales de Noroeste, en ciudades como Tijuana, Mexicali y Culiacán. Desde entonces, la potencia creativa y el enorme compromiso con esta visión han llevado a Vladimir y Omar a presentarse en importantes espacios artísticos y festivales de danza en México, Colombia, Brasil, Panamá y Francia. Pero, ¿qué es lo que sustenta la fuerza de un trabajo que surgió prácticamente del azar?
“Hay una etapa en el recorrido de un artista en el que hay necesidad de transformar eso que se ha aprendido, que se ha practicado; cuestionarse sobre la experiencia, sobre el saber que uno tiene, sobre información que se ha acumulado en el transcurso de los años, y en Escrito Absurdo está la propuesta de encontrar un desafío menos estable, menos conocido para nosotros, poner en peligro nuestro elementos técnicos, nuestras herramientas técnicas, nuestros hábitos en tanto intérpretes, y era acercarnos a la improvisación como método para ponernos en este peligro”, señala Vladimir Rodríguez, quien a través de su compañía Cortocinesis, se ha convertido en un referente obligado de la danza contemporánea en Sudamérica.
Pero lejos de fundamentarse en un mero derroche de espontaneidad a través de la improvisación, Escrito Absurdo tiene líneas perfectamente definidas: adentrarse al mundo del teatro en calidad de intérpretes de danza,  utilizar el sonido como parte de la máquina de movimientos que crean en escena, apostar por la transformación del intérprete a lo largo de la pieza y sobre todo, hacer énfasis que existe una infinita gama de lenguajes, entre ellos el lenguaje del cuerpo y la escritura que éste es capaz de crear durante una presentación.

Éste artículo fue publicado en Prensa. .

Lo destacado