Volver arriba

La producción impecable del evento sumergió a los espectadores patasaladas y extranjeros en el ambiente del “Café de Chinitas”, arrabal y catedral del arte flamenco que tuvo su apogeo en 1930 en Málaga, España. La música estuvo en manos de Manuel Rosete y Darío Ávila en las guitarras, Johann Abitia en el cajón, Víctor Osuna en el violín, y en el cante apasionado de Ana Elena Morales.Como una especie de banquete, el espectáculo estuvo divido en cuatro tiempos: entradas, especialidades, las tapas y los postres; en cada una de ellas, el cante y el toque de la guitarra cobraron vida en los cuerpos de las bailaoras Citlalli Iglesias, Laura Yoko y Soledad Sánchez quienes desde su llegada al escenario atraparon las miradas con los hermosos, sensuales y dramáticos vestidos que las cobijaban.
Desde el primer tema, la petenera “Café de chinitas”, Suncaí Gitano demostró el sólido trabajo que desde 2007 viene realizando para darle presencia al arte flamenco en el puerto. Una vez realizada la pieza de bienvenida, con “Corraleras” el taconeo, el repique de las castañuelas y el embrujo de rostros, brazos y piernas de las bailaoras llegó a su máxima expresión imponiendo una atmósfera encendida de sensualidad y fuerza.
Posteriormente, cada una de las bailaoras tuvo su momento en la sección de las Especialidades. En “Repompa de Málaga” Laura Yoko ofreció un tango intenso, poderoso, fiel al canon clásico del flamenco; en “Una paloma”, Citlali Iglesia impuso una atmósfera intensa y sensual, y desde su mirada pintó una serie de estampas con sus movimientos; por su parte, Soledad Sánchez realizó un baile dramático en  “A buscarme”, una presentación en la que habló con el público a través de sus brazos y su rostro.
La cantaora Ana Elena Morales tuvo oportunidad de mostrar su voz al rojo vivo en “Mi sombrero” en donde también ofreció un baile atizado por las arengas de sus compañeros, los ¡olé guapa!, las palmas, los toques de guitarra que en cada melodía envolvieron al público que permanecía enervado ante la sensualidad del espectáculo.
Las tapas fueron ofrecidas al público en “Laguna de sal”, una cantiña en la que lució el arte de los guitarristas Manuel Rosete y Darío Ávila. El fandango “Por Huelva” fue el momento ideal para un cambio de vestuario, del negro y el rojo intenso, al blanco y al carmín, con lo que de nueva cuenta la pasión se avivó en la festiva “Pan caí”, un pasaje plagado de alegría en el que los artistas reflejaron en sus rostros el goce y la pasión de alimentarse en el fuego diario del flamenco.
En la parte final, los postres, &l

Éste artículo fue publicado en Prensa. .

Lo destacado