Sin embargo, con ánimo generoso, el escritor conversó con el público porteño sobre los avatares e intimidades de esta obra, y también de lo que él considera, ha sido su inseparable maestra y guía en el quehacer literario, la poesía.La presencia de este peso completo de las letras latinoamericanas a tierras mazatlecas se llevó a cabo como parte de la celebración del Décimo Aniversario de la Librería La Casa del Caracol, de la promotora cultural Laura Medina, bajo el marco del Programa Letras para el Puerto, una iniciativa del Instituto Municipal de Cultura, Turismo y Arte de Mazatlán.
Herbert inició la charla destacando su concepción del trabajo literario: “Se trata de una constante ruptura de fronteras, ficción y realidad, poesía y prosa, y para mí todo esto es posible por el simple hecho de que como mi vida transcurrió en Coahuila, una zona fronteriza, el origen de mis lecturas, esa mezcla de alta y baja cultura, es en esencia algo híbrido, un punto en donde existen múltiples lenguajes para que uno pueda tomarlos y crear”.
El autor nacido en Acapulco relató que “Canción de tumba” es una obra que parte de una veta autobiográfica, y la anécdota se basa en los últimos días que vivió junto a su madre, quien se dedicó a la prostitución durante la infancia y adolescencia del autor.
De esta manera, el también autor de obras como “Pastillas Camaleón” o “Álbum Iscariote” reflexionó sobre la ardua labor escritural que implicó este trabajo, recalcando la necesidad de crear un gran aparato estético que diera contrapeso a la pesada carga emocional e íntima de la que, hasta el momento, es su obra más conocida.
Con pequeños tragos de vino, el poeta paleaba la llamarada de emociones que se despertaba en él cada vez que hacía una evocación íntima sobre “Canción de tumba”, un homenaje a las mujeres más importantes de su vida: su esposa Mónica Álvarez, quien estuvo presente en la sala; y por supuesto, su madre.
Para crear un ambiente de apertura y confianza, Herbert leyó un fragmento de “Canción de tumba” y después cedió el micrófono al público porteño para generar un diálogo sobre la novela, su obra poética, sus concepciones estéticas y éticas del trabajo literario, el uso de nuevos lenguajes que expandan las posibilidades vitales y creativas de la literatura y muchos otros temas que dieron a la noche un cariz intenso, abundante y atractivo gracias a sencillez y honestidad del autor invitado.
Al final, el público despidi&oac