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Con el objetivo de  activar espacios alternativos para el arte en el puerto, el Instituto de Cultura de Mazatlán organizó una serie de conciertos con el maestro Rivera para cobijar su sensibilidad, dominio instrumental y conocimientos musicales, y permitir que el complejo torrente del espíritu humano que descansa en la música cobrara vida en lugares religiosos.La “Sonata no. 31, Op. 11” de Ludwig Van Beethoven hizo desfilar el ánimo grave, nostálgico y vivaz del maestro alemán en tres movimientos que pusieron en evidencia la habilidad de Rivera.
Posteriormente, la compleja gama emotiva y sonora de Frédérc Chopin desfiló a lo largo y ancho de la iglesia  en temas como “Fantasía impromptu Op. 66”, y, de la ensoñación al delirio, las intensas notas del maestro Rivera encontraron reposo en la pieza que dio fin a este breve recital, “Consolation” de Franz Listz, en donde la delicadeza suprema envolvió al auditorio que despidió al maestro José Miguel Rivera con un aplauso lleno de gratitud.
 

Éste artículo fue publicado en Prensa. .

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