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Hace 131 años, la soprano Ángela Peralta y su compañía llegaron a Mazatlán para culminar una gira de verano. Ese sería su último viaje. Su voz, su vida, fueron arrasadas por los delirios de la fiebre amarilla. En el año 2002, el compositor estadounidense Roger Bourland llegó a Mazatlán invitado por un grupo de amigos que le presentaron a Raúl Rico González, director general del Instituto de Cultura de Mazatlán. Ambos realizaron un recorrido por el Teatro Ángela Peralta y allí conoció la trágica historia del “Ruiseñor Mexicano”, quien jamás cantó en el Teatro Rubio, máximo recinto cultural del puerto en el Siglo 19, y que años después cambiaría su nombre en honor a ella.
“Yo le pregunté ¿Raúl, nadie ha hecho una ópera sobre ella? Y me respondió: ‘no’; allí decidí que yo la haría, y después de eso, y por los siguientes cuatro años, empecé a hacer una investigación sobre su vida en Estados Unidos, y allá no hay tanta información sobre ella, pero cada vez que encontraba algo nuevo sobre Ángela, eso lo añadía a la ópera”.
Este intenso trabajo desembocó en una historia en dos actos, que al cabo de un par de años entregó al musicólogo Mitchell Morris, su colega en la Universidad de California (UCLA), quien escribió el libreto y a partir de allí se inició el trabajo de composición musical.
“En este proceso yo parto de la melodía, esa es la cosa más importante, uno necesita escuchar las palabras, y la melodía debe proyectar estas palabras que son la historia, porque si el público no puede escuchar la historia, entonces no entiendes qué es lo que está pasando”.
Pero la visión de Bourland y el trabajo tan estrecho que estaba realizando con Raúl Rico y el Instituto de Cultura de Mazatlán, lo llevaron a pensar cómo hacer justicia al mito de la Peralta. La respuesta estaba en el idioma, en hacer que cada palabra de su historia pasara del inglés al español, labor en la que fueron fundamentales dos hombres, el director de orquesta Scott Dunn y Plácido Domingo Junior.
“Revisamos el texto y contactamos a Plácido Domingo Junior para que hiciera la adaptación al español, y le llamamos adaptación y no traducción, debido a que en inglés y español, las mismas palabras tienen diferentes sílabas, así que hay que cambiar la melodía, y Scott ha sido un apoyo tremendo porque tomó el trabajo de Plácido y me ayudó a darle forma para que el español fluyera de manera óptima”.

Éste artículo fue publicado en Prensa. .

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