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Rivera ofreció este recital en el Museo Casa Haas en el que pasó de la parsimonia al vértigo y de una serie de pasajes alegres a momentos de profunda melancolía que mostraron al público porteño la inagotable veta creativa que Chopin ha legado a la humanidad.Si bien los compases lentos y armoniosos de los valses evocaron los salones de Viena y Paris de principios del Siglo 19, el virtuosismo y la constante búsqueda de matices y sutiles técnicas que implica la música de Chopin hicieron que el público pudiera apreciar la enorme capacidad del maestro Jesús Miguel Rivera en el piano.
La emoción y brillantez que distingue a uno de los máximos representantes del romanticismo se pudo vivir en temas como “Nº 10 Op. 69-Nº 2 in B minor”, “Nº 11 Op. 70- Nª1 in G flat major”, o “Nº08 Op. 64 Nº3 in A flat major” en este rico y complejo recital que reunió a un público exigente  en Casa Haas

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