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“Hay variedad amplia de propuestas estéticas y esto habla bien de la escuela. En un conversatorio que tanto Víctor Ruiz como Claudia Lavista sostuvieron con Rosario Manzanos y Cuauhtémoc Nájera, comentaron que nunca se propusieron  hacer “delfitos”, epígonos, continuadores sin voz propia de Delfos; al contrario, quisieron crear una escuela que fuera como una matriz de conocimiento para que cada alumno generara una voz propia, y eso habla bien de lo que es la EPDM, de su concepción ético-estética de no sustituir al otro, sino procurar al otro y hacerlo crecer”. Desde hace casi una semana, el maestro Contreras ha visto la variedad de propuestas estéticas que  los egresados de la EPDM  presentes en este encuentro han cultivado ya como profesionales de la danza como parte del sistema filosófico que aprendieron en la escuela.
“En este encuentro hemos visto presentaciones de los egresados que son diversas, amplias, en donde se ve que la escuela ha procurado un recorrido de sus alumnos que puede ir desde la danza formal a la danza perfomática o la danza de intervención social y realmente el abanico es amplio sustentado en la ética-estética y en la pedagogía de la EPDM y eso es muy agradecible”.
El también poeta, reflexionó sobre el tipo de libro que escribiría si en éste aparecieran tres elementos principales: Mazatlán, Delfos y la EPDM.
“Yo hablaría de los cuerpos que sonríen por buenas razones, que se vuelven luz. Aquí en Mazatlán me ha sorprendido la hermosísima luz que tienen y diría que esa luz se vuelve corporeidad sonriente en la EPDM porque es una escuela muy amorosa. Diría que en Mazatlán está la luz de la convivencia buena. Y me gustaría señalar que la EPDM combina algo que es muy bonito, una apuesta por la alegría que no es concesión a la frivolidad, sino que dice ‘somos alegres y eso hace que vivamos de forma comprometida nuestro oficio’, compartió Javier Contreras.
 

Éste artículo fue publicado en Prensa. .

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