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“Historias de lavandería”, creada e interpretada por Oswaldo Gómez ofreció una representación dancística y teatral en la que a través de ambiciosos recursos de iluminación, el uso de objetos y un texto que, entre el humor y la tragedia, estableció un discurso sobre las dificultades, traumas y ocasionales triunfos de vivir la homosexualidad. “Entonces, se asoma” creó una atmósfera de claroscuros a través de una hermosa iluminación: una lámpara que, como un pequeño sol, sirvió de centro para que la bailarina Paola Reyes danzará a su alrededor irradiando una mezcla de fragilidad, fuerza, soledad y plenitud.
“Ni una palabra de amor” fue la pieza más aplaudida de la noche, una coreografía de Daniel Marín, ejecutada por Aranza Flores y María José Gómez en la que, a través del angustiante diálogo de una mujer que no logra nunca comunicarse con el ser amado, dieron una muestra de fuerza, sincronía, velocidad y enorme plasticidad física que fue celebrada por todo el público.
“Cielito sweet”, de Briseida López, ofreció una mezcla de humor y dramatismo a través del ballet, biodrama y performance retrataron la vida de las mujeres mexicanas: una bailarina de ballet que debe ser perfecta y estar sonriente y un ama de casa obligada a ser servicial y soportar la violencia.
“Mi heart revolutions”, ofreció una intensa pieza en donde la danza y la música en vivo progresaron juntas de un ritmo lento y pausado a un vertiginoso andar en el que se pulverizó una roca y el polvo danzó sobre el escenario.
Finalmente, en “Desierto” Heber Cruz, Miguel Pérez y Edson Garza ofrecieron una interesante mezcla de música regional y danza; una experiencia teatral que cerró un largo programa dancístico.  

Éste artículo fue publicado en Prensa. .

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