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El tributo a la legendaria banda  y a su enigmático, rebelde  y desparpajado vocalista tuvo como escenario el Teatro Ángela Peralta, que por dos noches recibió a los aficionados del famoso “Rey Lagarto”.En una de las grandes noches del Festival Cultural Mazatlán 2014,  Héctor Ortiz  mostró la estrafalaria personalidad  y los aires de grandeza del artista homenajeado al arribar al escenario escoltado por dos guardaespaldas.
 Con los músicos que siempre lo acompañan en sus presentaciones y los miembros de la Camerata Mazatlán   dirigidos por  el maestro Percival Álvarez,   Ortiz empezó su show.
Su actuación se volvió enigmática.  Pantalón de piel brillante ajustado al cuerpo, camisa oscura de cuello alto y gafas negras como su abundante cabellera.  Abrió con Womam y People are strange;   Fernando García en el bajo,  Isaack Martínez y  David Granados en los teclados y Mauricio Guitrón en la batería, hicieron lo suyo, en perfecta armonía con la sección de cuerdas de la Camerata  que mostró una vez más, su músculo versátil.
Entre el público compuesto mayoritariamente por  fans  corearon clásicos como Love her Madly, Alabama song, The end, Touch me, Love me to times  y  Light my fire.   Durante el concierto un espontáneo se levantó de la butaca para bailar al ritmo de “Hello I love you”.
Con Riders on the storm  arreció la locura en el recinto.   Imágenes en video ofrecieron una mezcla de sicodelia.  Luces azules y un par de seguidores caían como rayos mientras el cielo borrascoso parecía cubrir a los músicos de la Camerata Mazatlán.  A esas alturas Héctor Ortiz  recibió una ola de aplausos y aullidos.   Con  “Love street” el público que se dispersó entre la luneta y los balcones participó en calidad de coro.  La mayoría de norteamericanos movían  la cabeza de un lado a otro  mientras se dejaban  llevar por el ritmo y la melodía.
Un par de soldados  acompañaron la interpretación de  “The  unknown soldier”  con el que la audiencia mostró el arraigo  del género rockero.  Con Break on through volvió el rock pesado, bravos,  silbidos;  con Roud house blues el público formó un gran coro   y un  hombre que había permanecido  entre la audiencia de la luneta fue sacado a bailar por dos eufóricas mujeres.
Como ap

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