Seleccionada como proyecto final para poner a prueba los conocimientos teóricos y prácticos que estos estudiantes asimilaron a lo largo de dos años, este trabajo del dramaturgo argentino Arístides Vargas contó con la dirección del maestro Jorge Gorostiza.Dramática, construida en base de un lenguaje simbólico y poético, “La muchacha de los libros usados” exigió que cada alumno tuviera la capacidad de representar diferentes papeles para recrear la historia de “La muchacha”, una mujer de entre 14 y 54 que da testimonio de su vida en un juego de ocultamiento y revelación a través de la palabra, un acto de catarsis, la purificación de su espíritu.
Un imponente escenario saturado de papeles y letras fue el marco en el que se desarrollaron las 10 escenas, “10 libros” que exponen la infancia en un hogar violento y caótico, un matrimonio arreglado como una transacción mercantil, la traumática vida conyugal al lado de un militar y los frustrantes intentos de la protagonista por relatar y dar sentido a su historia ante otros.
“Todos los libros hablan del amor”, “Todos los libros hablan de la libertad”, con estas frases, el personaje interpretado por Anaid Padilla da a conocer que los libros, las palabras, son el único medio que le ha permitido acercarse a su propia vida, a sus emociones e ideas en un universo amenazador, fragmentado por los abuso de su padre, la locura de su madre, la visión represora y fría de su esposo, la indiferencia de aquellos en quienes busca comprensión y la insistencia constante de que ella, sus deseos, miedos y el amor que siente por la palabra escrita no tienen un lugar en el mundo.
Alan Guerrero destacó como la enloquecida “Madre” y el frío y cruel “Coronel Urtecho”, el esposo de “La muchacha”. Anaid Padilla soportó gran parte del peso de la obra, ya que sus numerosos diálogos son la base la historia, compuesta por escenas creadas con sillas, mesas, lámparas, anuncios luminosos y sobre todo, con un eficaz uso de la iluminación que recreó los espacios emocionales de la protagonista con ritmo ágil, sin pausas para cambios de escenografía, un recurso del teatro moderno.
Eduardo Tapia fue uno de los actores más destacados, sobre todo en dos de los cuatro papeles que le tocó interpretar, “El coronel Fajardo” y “La enfermera”, y también tuvo oportunidad de brillar en un pequeño y emotivo canto en el que desplegó su talento vocal. Por su parte, Humberto Arce interpretó al despiadado y sádico padre de la muchacha, a un solado y a la “esposa del coronel Fajardo”, quien creó uno de los momentos más hilarantes de la historia al exhibir la torpeza y brutalidad de los militares.
Emanuel Fregoso tuvo la complicada labor de i