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Por sí solo, el movimiento de los dedos de José Miguel Rivera fue todo un espectáculo, pues durante toda una  vida dedicada al dominio del piano ha perfeccionado su técnica lo que le permitió entregar una limpia ejecución  de la primera pieza Preludio y fuga n. 5 DM, Bwv 869 de Johann Sebastian Bach.Sereno, calculador de cada uno de sus desplazamientos por las casi 90 teclas del piano, el artista originario de Guadalajara hizo de su concierto un espacio para que los ocho movimientos de Fantasiestucke, Op. 12 de Robert Schumann envolvieran al público en un trance musical y éste pudiera explorar íntimos recuerdos en otras piezas como Deep in the ground de Lucía Rivera, así como sumergirse en la nostalgia y belleza que caracteriza al estilo musical del francés Frédéric Chopin en Preludio en F#M, Op. 28 no. 13.
El público esperó el final de cada interpretación para reconocer con fuertes aplausos el virtuosismo de José Miguel Rivera quien en reciprocidad interpretó una  última pieza

Éste artículo fue publicado en Prensa. .

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