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Interesante, diferente, colectivo y humano, fueron algunos de los elementos que estuvieron presentes en la obra “Ningún lugar a donde ir”, de César Brodermann, la cual se presentó en el Teatro Ángela Peralta, gracias al Festival Internacional de Danza José Limón 2024.

Con un final inusual donde la colaboración del público fue importante para crear un mural de expresión, además de incluirlos en la parte final de la pieza donde la danzante Aislinn Jiménez, descendía caminando sobre las espaldas de artistas e invitados, atravesaba todo el escenario, para concluir entre aplausos, donde en un abrazo fraternal entre asistentes y protagonistas, marcó el desenlace de esta multidisciplinaria pieza.

El coreógrafo creó una obra que combinó danza, performance, instalación y artes visuales, en el escenario siete intérpretes bailaron a diferentes velocidades, iniciando muy lento, conforme sonaba el ritmo de la música creada por Eduardo Godoy, los movimientos eran más, y más rápido, mostrando una fortaleza física de cada uno de los involucrados.

Casi al final de la danza, llamó la atención de los asistentes el trabajo aéreo en que Santiago Sánchez hizo un número al sostenerse a más de 3 metros de altura y hacer movimientos sobre una cuerda que maniobraban Michelle Temoltzin, Eric Soto, Irasema Sánchez y Angie Albarrán.

Esta propuesta fue una crítica hacía los cambios sociales de este mundo donde los sistemas suprimen constantemente las identidades, y creó un puente para que otros también lo crucen.

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