Pirotécnico, Vázquez encarnó una serie de entrañables personajes a través de la técnica unipersonal, en donde el actor se multiplica en gestos, voces, emociones e ideas para narrar la historia de “Carlitos”, un niño que, desde su perspectiva, elabora la historia de su vida con el hilo rimbombante que sólo la imaginación de un pequeño puede conceder.“Carlitos”, “Antonio”, “Mamá”, “El líder”, “Leticia”, “La Chiquirriqui Hernández”, “La mamá monstruo” y otros personajes se desarrollaron en tres fragmentos: “El día que casi mueren de risa”, “El día que Carlitos conoce el amor” y “El día en que salva a las mujeres”.
Vázquez consiguió enganchar al público en general, hombres y mujeres de 5 a 70 años, gracias a su fantástica proyección histriónica del pensamiento, sentimiento y percepciones de la infancia y la adolescencia, etapas de la vida en donde el mundo se presenta como un constante descubrimiento y no como una serie de expectativas.
El dinamismo físico desplegado por este primer actor, demostró cómo algunas alas del teatro contemporáneo demandan de sus protagonistas una entrega absoluta capaz de establecer un trance con la audiencia sin recurrir a la tecnología, suntuosa escenografía, vestuarios, música y demás: todo, personajes, espacios, objetos y el basto mundo interno del ser humano, pueden ser una labor unipersonal.
De principio a fin, la carcajada fue el ritmo que se impuso en la función: las aventuras entre hermanos, los líos amorosos, los conflictos escolares, las fantasías y deseo hicieron que el TAP se entregara con gozo al arte de Adrián Vázquez.
Sin embargo, al final de la obra, de golpe, “Carlitos” se revela como un sersolitario y lleno de dolor que tiene la enorme de necesidad de dar vuelo a sus fantasías, miedos y anhelos ante un entorno que parece dejarlo de lado.
De forma conmovedora, auténtica y poderosa, las lágrimas finales de Adrián Vázquez, sellaron magistralmente “Los días de Carlitos” en Mazatlán.