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Desde el lobby, las fotografías de Martín Gavica y Mariana Torres dieron la bienvenida al complejo, fascinante y rico universo de los jóvenes que integran  esta “Multitud”, la generación con más graduados en la historia de una de las máximas instituciones de la danza contemporánea en América Latina.Al iniciar la ceremonia el Director del Instituto de Cultura de Mazatlán, Raúl Rico González y la maestra Claudia Lavista, co-directora artística de la EPDM, revelaron el nombre del ex alumno que desde hace tres años, gestionó un fondo económico que otorga becas de excelencia a nuevos valores de la danza.
En el escenario, el coreógrafo Moisés Himmelfarb compartió que a partir del próximo ciclo escolar ese apoyo que empezó como un gesto de gratitud hacia la institución que tanto le dio como ser humano, se convertirá en el Fondo Sibila a la Excelencia Artística, que cubrirá por un año la matrícula de tres destacados alumnos de la EPDM, asegurando que gocen de un beneficio que les permita concentrarse en sus estudios.
Después de este preámbulo que demostró el grado de evolución que ha alcanzado a EPDM en 18 años, era hora de enfrentarse a “Multitud” y la coreografía inicial fue la portentosa “Arbolada” de Víctor Manuel Ruiz, co-director artístico de la EPDM, quien elaboró un poema en movimiento lleno de símbolos y metáforas.
Un impresionante vestuario en negro y escarlata (elaborado por Johnny Millán), altas vigas de madera y los sonidos de la tormenta y la respiración plasmaron una obra de carácter contemplativo e intimista que paulatinamente creció para formar imágenes potentes (árboles, bosques, un torrente de fuego que danza) y demostrar la precisión, fortaleza física y la jauría de emociones que estos jóvenes artistas son capaces de desarrollar.
Después llegó “Efecto invernadero” de Omar Carrum y Claudia Lavista. En ella, la intimidad de los 25 intérpretes se desnudó en una extensa coreografía que entre el juego, la vulnerabilidad y el absurdo ofreció momentos netamente teatrales, trabajo con objetos como camisas, triciclos y sogas; y dio voz a las obsesiones, miedos, sueños, recuerdos y todo cuanto pudiera caber en la experiencia vital de los 25 intérpretes.
Por último “Sé es”, del coreógrafo invitado Francisco Córdova, fue un elaborado ejercicio que expuso cómo el cuerpo es un microcosmos. Potentes vibraciones, a maneras de mantras, y un canto que recordó las oraciones tribales del medio oriente, marcaron  esta vertiginosa pieza en la que entre movimientos vigorosos y expresiones de fuerza y una gran sincronía se demostró que el cue

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