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A partir de1960 el talento del Dr. Rigoberto Lewis se impuso en el diseño de los carros alegóricos, con sus formas preciosistas, de molduras casi arquitectónicas cargadas de una especie singular de barroquismo decorativo, muy atractivas para el gusto popular.Rigo Lewis fue personaje clave para sacar el carnaval de Mazatlán del nivel de una fiesta regional. La televisión, personificada en el productor y conductor Raúl Velasco, ofreció una oportunidad que aprovechó el creador para desplegar su ingenio en tamaños y coloridos no explorados antes en los carnavales mazatlecos, incluso nacionales; y, de ese modo ayudó a conseguirle a nuestra fiesta la categoría de “Carnaval Internacional de Mazatlán”. Desde entonces, se forjó la convicción de que nuestro carnaval figura entre los más conocidos del mundo.
La permanencia de Rigo Lewis en la confección de las carrozas y buena parte del resto de los carros, de manera casi ininterrumpida durante 55 años, hablan del enorme reconocimiento social que gozaba gracias a la aceptación casi unánime de sus obras efímeras en el gusto popular.
El aplauso que año con año el público le ofrecía al paso de la carroza de la reina del carnaval es prueba incontrastable del aprecio generalizado por su trabajo artístico. Hoy, es indiscutible su legado: un estilo irrepetible que hizo época y que se considera como el propio de nuestro carnaval.
Contaba que había empezado a involucrarse en esas tareas, casi como travesura, desde sus años como preparatoriano. En 1956 tuvo su primer acercamiento con el Ingeniero Leopoldo Reyes Ruiz “Pepegrillo”, quien recién se había estrenado como Director del Carnaval, luego de haber presentado una alegoría durante el desfile estudiantil del 20 de noviembre. Para 1960, Lewis consiguió que le asignaran la construcción de la Carroza Real, labor en la que se especializaría en lo sucesivo.
 
Con el paso del tiempo, su ingenio lo llevó a introducir cambios significativos en el diseño de las alegorías rodantes, que fueron desde la adaptación de materiales y colores; en la ubicación de la soberana en función de su rol, para tratar de conseguir el mayor impacto visual posible a los ojos de los súbditos carnavaleros; la trasformación de las bases o plataformas para ganar grandilocuencia mediante la profusión de adornos; y, el aprovechamiento de la iluminación para crear juegos de sombras y luminosidades feéricas llamativas.
En cada participación se forjaba un nuevo reto. Podía repetir el referente temático en el diseño de las carrozas, eso sí, nunca de un año a otro; pero, siempre sorprendía al público con variaciones notables que volvían distinto cada car

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