Volver arriba

Si hace cinco lustros Mazatlán tenía la esperanza de construir un futuro en el panorama cultural de México, la noche del pasado jueves  refrendó que ese sueño es una realidad incuestionable gracias a este espectáculo de primer nivel producido por el Instituto de Cultura de Mazatlán, con la participación de talentos nacionales, internacionales y locales.Desde el lobby, el máximo recinto cultural desbordó sensualidad (la regla de la noche) con una candente atmósfera que entre veladoras, flores y bellas damas advertía que, a lo largo de tres horas, el público realizaría un viaje por lo más hondo de las pasiones humanas a través de una de las máximas creaciones del género operístico.
Desde la brillante “Obertura”, el director artístico Enrique Patrón De Rueda estableció una comunicación precisa con los miembros de la Orquestas Sinfónica Sinaloa de las Artes y la pléyade de talentosas voces que hicieron que el mar musical de esta ópera se desplegara entre el hechizo de “La Habanera”; ese ritual del deseo, muerte y gloria llamado “Toreador”; el aria “Je dis que rien ne m´épouvante”, un poema de fe que se canta en la noche más oscura, y los pasajes ligeros y juguetones que pintan esta obra monumental de principio a fin.
Con la música palpitando en el centro del escenario, poco a poco se dibujaron los ejes de “Carmen”: el deseo carnal y el amor espiritual; el amor y el odio; la inocencia y la perversidad; la tragedia y la comedia; la rectitud de la ley y el ímpetu de la libertad… vida y muerte tejidas con personajes humanos, hasta el tuétano, que hicieron que el público porteño sintiera este carrusel de emociones como algo propio.
Gracias a un concienzudo y riguroso trabajo del director de escena Ragnar Conde, espectacular escenografía de Jorge González Neri; iluminación artística de Antonio Serratos; vestuario de Elisa Espinosa y multimedia de Karla Aguirre, el romance, la aventura, lo jocoso, lo excitante, la bestialidad y lo arcangélico se mostraron con una teatralidad natural y vibrante a lo largo de cuatro actos entre plazas de Sevilla, tabernas y montañas que, entre la tormenta de pasiones de los protagonistas y la presencia constante de los personajes colectivos (soldados, niños, gitanos, cigarreras, pueblo), crearon un ritmo ágil y seductor. 
En este sentido, la presencia magnética de la mezzosoprano Audrey Babcock (Carmen), la impecable actuación de José Ortega (Don José), el virtuosismo de la soprano letona Maija Kovalevska (Micaela), el recio y arrogante canto del barítono Mariano Fernández (Escamillo, el torero), fueron los rostros más visibles de un colosal equipo de grandes voces que también incluyó a la soprano Jéssika Arévalo, la mezzosoprano Mariana Sofía García; los barítonos Ozi

Éste artículo fue publicado en Prensa. .

Lo destacado