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Su belleza, como un amanecer pleno; y su carácter, alegre, franco y desparpajado, la convierten en una mazatleca ideal. Por si esto fuera poco, lleva la fiesta carnavalera en la sangre, y ha tenido la oportunidad de vivirla a flor de piel en distintas etapas. 
“Desfilé tres años seguidos, cuatro… no me he bajado del carro y yo juraba que no me volvería a subir: primero como Reina de Juegos Florales, luego como reina saliente, luego como Señorita Sinaloa, luego como que ya entregué, ya no sabía ni qué inventar para volverme a trepar”, comparte Libia a carcajadas.
 
Como hija de Libia Zulema López Montemayor, Miss México 1970, la belleza, la elegancia, la gracia y el estilo de los concursos de belleza fueron algo común en la crianza de la reina homenajeada, y la posibilidad de aspirar a convertirse en soberana de la máxima fiesta del puerto siempre estuvo presente.
 
“Era así como que ‘wow mi mama fue reina’. Como siempre a mi mamá la invitaban a todo, que de jurado, que de invitada para esto y para el otro, siempre estuvo en mi casa el tema del Carnaval, mi mamá me decía cuando yo tenía como 13 años: ‘Te voy a llevar al concurso para que te vayas fogueando’, y yo ‘¿qué es eso?’, “Hijita para que vayas conociendo cómo es el ambiente’, y yo ‘pero yo no quiero eso, a mí me da pena’”.
 
Pero como a todos los niños y niñas, el Carnaval dejó en Libia sus huellas más perdurables en los cohetes, las serpentinas y el confeti; con antifaces y su rostro pintado como mariposa, veía pasar las alegorías rodantes, y por las noches, la Plazuela Machado y los fuegos del Combate Naval le abrieron las puertas a esos instantes mágicos que dan identidad a todos los porteños.
 
Cita con el destino
 
Pero en la vida no hay plazo que no se cumpla, y el destino de Libia con la gran historia de la fiesta ya estaba escrito, y venía lleno de memorias que han quedado en su ser, para siempre.
 
“Me encanta cómo gocé, cómo gocé su gente, gocé su comida, era un bailongo por todos lados, cansado, pero yo recuerdo que disfrutábamos enormemente los desfile, el único pero que le ponía, era… el cascaronazo, y era una lluvia de cascarones por todos lados, entonces era una lucha entre ir saludando, y entre ir bateando cascarones con el mismo cetro que tenía. E

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