Cuando hace un año fue notificada de que en la próxima edición del Carnaval ella sería una de las reinas homenajeadas, lo tomó con cierta reserva: tenía cáncer, y atravesaba momentos difíciles en un tratamiento que la había obligado a dejar Mazatlán.
“Pero mi idea fue desde un principio que si yo estaba con vida, yo iba a participar. Que si Dios me había dado esa oportunidad claro que iba a participar…” hoy, cuando los latidos del resurgimiento de la máxima fiesta del puerto se aceleran, la señora María Elena se entrega a los recuerdos y a la emoción de la espera.
En 1965, el comité organizador del Carnaval llegó a su hogar para pedir permiso a sus padres de que fuera una de las aspirantes a las máximas coronas de la fiesta. Pese a que sus padres no eran muy afectos al Carnaval, aceptaron, y a sus 18 años ya estaba perfilándose para formar parte de la historia.
Con sus palabras, viene a la mente el aire de la pequeña ciudad porteña en la que sus habitantes se conocían, convivían y en la que eran capaces de rivalizar en la campaña carnavalera sin que eso afectara su amistad. Sin embargo, esto no evitó que la contienda tuviera tintes de intensidad y muchas sorpresas.
“Yo tuve la ventaja de que en aquel entonces había un señor que era director de la Lotería Nacional y era mazatleco, José María González Urtusuástegui, sus hijas eran amigas mías, ellos radicaban en el Distrito Federal y me invitaron a hacer publicidad, y me consiguieron una entrevista en el canal que se veía aquí, y participé para hacer publicidad para el Carnaval de Mazatlán y para que me conocieran, y era un programa con el “Loco Valdez” y él fue el que me entrevistó, me hicieron una cena en casa de la familia González Urtusuástegui, y la Lotería Nacional me apoyó con diez mil pesos, que era bastante dinero”, recuerda entusiasmada María Elena.
Pero ni este apoyo económico, ni las fiestas y tardeadas organizadas por sus amigos y miembros de su comité fueron rivales para el peso de su rival.
“Mi contrincante, muy chula, muy linda, era un poquito más grande que yo, Martha Rochín Villalobos, tenía un novio que era el hermano del Gobernador que estaba en funciones en ese momento, Leopoldo Sánchez Celis, y pues, ¿qué creen?, ¡Ganó ella!; pues ni modo, así es, ella tenía todo el apoyo del Gobierno, pero yo sabía que iba a ser reina de cualquier forma, ser reina de l